A una mujer que me enseñó la belleza de abril.
No soy dueño de nada. Jamás podré ser dueño de algo. Me enamora la belleza de los cuerpos, porque el alma no existe, porque dios ha muerto infinidad de veces, porque el sueño se confunde con los ojos cerrados. No la belleza que se finge, ni se busca, no lo que cubre de plástico los ojos de las chicas, ni las tetas rellenas, ni los cuerpos fabricados. Me refiero a naufragar en la belleza de lo etéreo, de lo insondable, aquello que se puede ver con los ojos cerrados y podría hacer llorar a cualquier hombre. La belleza del caos y la incertidumbre, de lo oscuro, de la fuerza maligna que nos lleva a la libertad.
Podría naufragar en cada cuerpo sin poseerlo y amar a cada mujer sin tocar sus ojos ni su alma inexistente, podría poseer el sueño de los dioses y devorar mis ansias con cada mano que toco con cada boca que beso. Solo la belleza podría salvar el mundo, porque es un avatar de la divinidad, la única manifestación del sentido en esta caída sin fondo.
autor no conocido |
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