Texto de ficción, como todo lo que pasa en mi vida.
Ese día todo parecía estar en esa vertiginosa conexión. Como de costumbre salí del hospital a toda mierda, emputadísimo porque no tenía tiempo ni para almorzar. Mientras bajaba por las escaleras ella se quedó mirándome fijamente. La saludé y nos fuimos caminando como si fuéramos viejos amigos. Había cambiado mucho; Era Lánguida y turbia, se veía taciturna y sus ojos eran grandes como la noche, sus manos lentas y alargadas, su figura suave, su cabello negro y nocturno. Un silencio largo prevaleció, pocas veces me miró a los ojos. Nos sentamos a almorzar. Y de repente su silencio se rompió entre su atribulada apariencia meditabunda. Solo me dijo: -¿ por qué se fue así, por qué me hizo sentir todo ese dolor? , sus ojos querían estallar en un llanto tranquilo y helado. Simplemente no pude responder y mis excusas de humano corriente se hundieron. Terminó el almuerzo y me dijo: - sé que esto tenía que pasar algún día, usted no sabe el dolor que sentí. Lloró y la abracé. Fue un momento extraño en medio del caos del medio día, me disculpé como si eso ayudara en algo y me dijo ;- usted está loco , ¿por qué la primera persona que entrara a mi vida tenía que ser usted?. Me reí de forma nerviosa y le dije que el dolor era la única cosa que podría romper el cascarón en el que venimos. El único que podría lanzarnos al absurdo. La abracé como si fuera la última vez que nos fuéramos a ver, somo si fuera ir a un país lejano, tal vez al olvido , a su triste olvido que aún no se borra y sigue doliendo. Me despedí.
En la noche Fui asaltado y perdí todas mis cosas, y mientras meditaba en el asalto recordé que días antes había encontrado casualmente uno de sus pendientes sobre mi cama y llevaba varios días pensando en ella. Como si todo hubiese estado allí, recordándome el dolor que causé, las almas que rompí, los sueños que mutilé.
Dice Borges en uno de sus textos que todos los actos del universo están computados en la infinita urdimbre del tiempo. No se corta una flor sin mover una estrella. Cada acto prefijado en la inmensidad nos compara con la divinidad.
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