Fue fácil olvidarme de ella. De sus ojos que parecían un pozo aciago y nebuloso, de su vida inconclusa, de su gato negro y diabólico, de su sueño pesado de tigre, de sus manos toscas pero suaves, de su oscuridad, de sus demonios, de su mundo salado y tranquilo, de su cabello largo como la noche, de su piel finita e impenetrable. Fue fácil olvidarme de las tardes que pasaba tumbado en su cama mirando la ciudad por la ventana, de las noches extasiadas, del murmullo de la ciudad y el paso de los días, fue fácil olvidarme de los demonios que invocaba, de sus creencias malditas, de sus vicios nefastos, de su sexo infernal.
Ella se fue diluyendo como un sueño de piedra, su olor tranquilo y pesado, sus besos que fueron todo un naufragio. Lo que siguió, fue como estar en un agujero sin tiempo, nada parecía tener sentido, y es que el amor es una de las cosas que da un sentido a la finitud del hombre ahogado en la mercancía y perdido en el salón de los reflejos.
Pude soportar todo este tiempo sin ella. No sé si la extraño, no sé si extraño ese infierno delicioso de su cuerpo, esa muerte lenta que eran sus manos, ese éxtasis oscuro de su soledad. No creo extrañar días tan negros y ahora que la he visto en la calle en manos de un hombre, solo siento un temible vacío, no es ella la mujer de hace 380 días por quien podría morir, ahora es alguien más que transita el oscuro laberinto de la nada.
Nada se compara a la leyenda de semillas que deja tu mirada Solo quisiera saber Que todo es cierto y que podré naufragar en tu vasto océano de tiempo. Julio 2017 |
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