Si puede haber un cosa en el mundo que me empute, es que se me entre el agua a los zapatos. Ese día llovía torrencialmente, estaba en la parada del Bus al final de la calle Washington de la ciudad de Montevideo. Tomé la ruta 188 como de costumbre. Lo primero que uno ve al subirse al bus en invierno, es la cara larga de la gente mirando a través de las ventana, hundidos en un sopor instantáneo, una meditación felina y oscura. Nadie mira a otros, lo único que suena es el motor Diesel del omnibus y el timbre de cada parada.
¡Yo que estaba tan acostumbrado a los buses ruidosos de la carrera séptima de Bogotá!, a los buses con agrupaciones vallenatas compuestas por dos peleles zarrapastrosos ; que estaba acostumbrado a la chiva, a la radio con música tropical y la gente moviendo los pies al vaivén del ritmo pegajoso de un merengue, pero aquí ni chachachá, ni vallenato, ni ruido. Lo único que hice fue sentarme y mirar por la ventana, ver como las gotitas de agua se resbalaban por el vidrio, escribir nombres en la ventana empañada.
De repente un hombre se subió al bus. Lo primero que impresionaba era su olor; a alcohol, a orines, a mierda. Tenía una barba mal cuidada, un hábito ceniciento pero sereno, abandonado por este mundo de apariencias, o tal vez mejor, él había abandonado este mundo de espejismos, que a veces se desvanece en la basta selva de espejos. Tal vez se dio cuenta que todo el sinsentido del mundo se juntaba en el minuto inexorable del ahora, que esta sociedad enferma y vil solo basa su vida en ser-para el otro, en nuestro traje externo, en el perfume más superficial, pero aquel hombre tal vez sabía el secreto; que la rebelión personal contra el orden racional, era el significado de la libertad.
Quise sentarme a su lado, pero la presencia era tan grande, que sentía miedo, casi admiración, como cuando ves un asteroide acercándose a la tierra, como un tsunami que arrebata la vida de miles de personas, como un incendio, un grito, como un Buda transitando los oscuros rincones del samsara moderno.
Hombre vendiendo algodón en invierno - Montevideo Uruguay - 2016 |
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