“En medio del invierno, me pareció que había dentro de mí, un verano invencible y eso me hizo feliz, porque se dice que no importa lo difícil que el mundo empuje contra mí, dentro de mí, hay algo más fuerte… Algo mejor, empujando hacia afuera”. Cita Atribuida a Albert Camus
Era necesario apagar el cigarro e irme. Fue así como los hechos de la mañana del 31 julio fueron sucediendo. Cerré la puerta y le puse llave, arrojé la basura al contenedor, me despedí de mis cosas materiales, de aquella habitación llena de pelos y de libros y de mi soledad. Por fin le había dicho adiós al triste hábito de estar solo entre melopeas , entres rumiaciones insustanciales, en el sí o el no, le había dicho adiós a la costumbre de estar triste, como ahogado en papelitos de colores, como suspendido en una nube de intransigencia, ya había contemplado la posibilidad de arrojar todas esas cosas al contenedor. No había aplazamiento para ser feliz, esa otra vana costumbre de las personas de buscar algo que viven aplazando toda su vida, así como aplazan el amor, o el nacimiento de la noche, así como dejan para después su muerte o los platos sucios y están también como perdidos, como ciegos lazarillos, como perros sin dueño. ¿ Qué era la felicidad? Acaso un papelito enrollado en un tarjetita postal, o el señor gritando "SÚBIDOOOOOOOOOOOS" en medio de la calle, o un paseo en bici ?. La felicidad esa otra forma de estar tristemente amarillo, esa nostalgia de no ser y de pensar, esa libertad tan esclava y puta que obliga a todos a buscarla o dejarla para después. ¿ Que debía hacer?. Solo abrí la puerta y salí corriendo. No había escapatoria, al fin y al cabo ¿quien puede negarse a ser feliz?.
Era necesario apagar el cigarro e irme. Fue así como los hechos de la mañana del 31 julio fueron sucediendo. Cerré la puerta y le puse llave, arrojé la basura al contenedor, me despedí de mis cosas materiales, de aquella habitación llena de pelos y de libros y de mi soledad. Por fin le había dicho adiós al triste hábito de estar solo entre melopeas , entres rumiaciones insustanciales, en el sí o el no, le había dicho adiós a la costumbre de estar triste, como ahogado en papelitos de colores, como suspendido en una nube de intransigencia, ya había contemplado la posibilidad de arrojar todas esas cosas al contenedor. No había aplazamiento para ser feliz, esa otra vana costumbre de las personas de buscar algo que viven aplazando toda su vida, así como aplazan el amor, o el nacimiento de la noche, así como dejan para después su muerte o los platos sucios y están también como perdidos, como ciegos lazarillos, como perros sin dueño. ¿ Qué era la felicidad? Acaso un papelito enrollado en un tarjetita postal, o el señor gritando "SÚBIDOOOOOOOOOOOS" en medio de la calle, o un paseo en bici ?. La felicidad esa otra forma de estar tristemente amarillo, esa nostalgia de no ser y de pensar, esa libertad tan esclava y puta que obliga a todos a buscarla o dejarla para después. ¿ Que debía hacer?. Solo abrí la puerta y salí corriendo. No había escapatoria, al fin y al cabo ¿quien puede negarse a ser feliz?.
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