" Yo soy babalú, camino arará" Richie Ray
El día que lo supe todo, hacía un sol picante en Cali. El calor hacía crujir las sábanas, las calles, las hojas secas de los árboles. Y allí estábamos, ella de espaldas, sudorosa, adherida a las sábanas que se confundían con su piel que olía a un suave durazno, un tierno sabor salado entre las manos. El olor a caña de la atmósfera se confundía con el aire tibio y pesado que exhalaba. Hicimos el amor dos o tres veces en un despliegue magnífico, en la confusión oscura del que se funde en el otro, en los estertores del espasmo, en la sucia habitación que estaba llena de libros y de pelos y de sexo.
Pero ahora, ella estaba fundida en un sueño de levedad, como pausado movimiento de relámpago, como un dulce descanso de tigre, flotaba adherida a las sábanas y la contemplaba en su inocencia, como si la muerte jamás llegara, como si de verdad todo fuera real; real como la calle que se cocinaba en salsa, como el perro rebuscando en la basura. Me hacía todas esas preguntas mientras ella dormía su sueño de plumas: ¿ Lo real ? ¿ el sentido ? ¿qué es toda esa agonía que acontece después del ámbito secreto del coito, de la comunión exagerada de las heces y la sangre, de los cuerpos embadurnados en saliva y arena?. Me tumbé boca arriba y miré el techo, como un preámbulo a la huida, supe, que de algo estaba escapando, que si fui a esa ciudad tan caliente, era para encontrar algo. Hallé pelos y plumas y un gato que me miraba desde la ventana, vi libros sobre la mesita de noche, una colección de Borges. ¿ qué había detrás de todo este espectáculo decadente ? si el amor era eso: pelos, saliva, estar desnudo y mirando pal techo, esperando que el sueño de otros termine, para poder abrir los ojos y despertar casi muertos.
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