“Yo soy la muerte, la muerte soy
yo” El gran combo.
Llamaron de golpe a su habitación de hotel. Ella estaba tendida en la cama llorando. Lo supo desde que
tocaron la puerta, que él estaba muerto. Supo su muerte, aunque no hubo
disparos, ni cartas, ni razones, como quien sabe que el porvenir es solo el
pasado que se repite invariablemente.
Tres días antes del hecho, Karla
y John se vieron por última vez( lo sé porque estoy en todas partes, en todos
los lugares donde hay gente que llora, donde hay rigor mortis, paros
cardiacos, accidentes y asesinatos ). Se citaron En un cafesito triste de la
plaza, no dijeron una sola palabra, pero todo ya estaba dicho. No se volverían
a ver, él solo quería estar solo y ella no entendía por qué no quería estar con
ella, por qué esas súbitas ganas de estar solo y de que ella lo olvidara,
seguramente tendría otra amante pensó ella, el solo dijo que tenía una cita muy
importante en tres días con alguien que siempre esperó, a quien escribía cartas
y pedía que lo llevase a su país, donde no existía el dolor de esta vida, donde
no habían perros en las calles, ni caras largas en los buses, ni monedas, ni
horarios. Karla se levantó con furia, y le dijo – usted es como todos los
tipos, quiere tirar con la una y con la otra, y yo no estoy pa’ eso mijo. John
le dijo a ella mientras se alejaba – Jamás lo entenderás.
Al tercer día John me estaba
esperando en un cuarto de hotel, se puso su mejor ropa, un perfume maravilloso,
y yo, Estaba ansiosa por llegar a él y besarlo como nunca, yo, que Jamás sentí
algo por un humano, lo confieso, pero me fascinaban, y me encantaba el misterio
de la vida, de ese afanoso surgir y desvanecer de las cosas, de sus intrincadas
estructuras de carbono, de la autopoiesis, el nacimiento, la reproducción y la
genética. Miraba Absorta en mi eterna precariedad, como los humanos daban un
sentido a ese conjunto de símbolos que es la vida, no entendía como podían
vivir tan poco y soñar tanto, pero cuando lo vi a él, John, me dio las respuestas
acerca de la vida ( y yo le prometí en silencio los oscuros secretos del Hades
). John Era médico en una famosa clínica de la ciudad y odiaba ver morir a sus
pacientes, fue la primera vez que nos vimos, frente a frente, Jamás pensé que
un humano pudiese verme, hasta llegué a dudar de mi existencia, pero él me
devolvió mi vida o diré mi muerte y vi
en su rostro afanoso las ganas de salvar a los enfermos y vi su frustración
frente a mí. Entendí que las personas aspiran a la vida, que todo ser quiere
perseverar en su ser como diría Spinoza, pero a la vez, la muerte , es ese
finitud que los pulsa a ser infinitos, inmortales. Allí fue donde entendí que
el sentido de la vida, es el sentido de la muerte, John lo comprendió y nos
vimos a la cara y él se enamoró de mí, quería tenerme en sus brazos y
en sus sueños, se obsesionó conmigo, con definirme y me citó aquí, en este cuarto
de hotel, la habitación 401.
Ese día no toqué la puerta y
entré como una amante silenciosa, me aferré a su pecho y lo besé, y soñé que
estaba viva y me soñé de carne y hueso y lo amé, lo amé con toda mi muerte y
mi delirio mientras él respiraba suavemente y su boca se movía al compás de la
mía y un aire tranquilo como de pez se movía en nuestras fauces mientras sus ojos se
iban cerrando como la noche y sus manos se aferraban a mí tristemente y su
corazón se iba deteniendo en el tiempo, en un tibio absorber, hasta que dejó de
ser él y su cuerpo yacía en el suelo, sin pulso, frío, por una sobredosis de
benzodiacepinas.
La muerte enamorada |
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