El farsante

A  María Z. 

Primera parte.

Ella me había dicho que tenía miedo de mí, de que no fuera yo. Jamás nos habíamos visto, apenas ella conocía mi voz y por correspondencia nos amábamos secretamente. Yo intuía sus manos tibias, su caminar preciso, su cabello ondulado, la presentía en el rumor del invierno, en la caída de una hoja seca, en la arena del reloj que yace eterna, en el agua de los sueños. Ella vivía en algún rincón del planeta y vendría a verme en verano. Temía de mi existencia, que fuera pura ficción, tal vez un proxeneta o un sueño. 

Sin entrar en solipsismo, pensé en su teoría, en que ella , o tal vez otro, me estuviese soñando, recordé el cuento de Borges: el otro , dónde él se encuentra a si mismo y se da cuenta finalmente, que el Borges más Joven es quien lo sueña, y él, pura ficción, pura materia deleznable. ¿ será cierto? ¿Acaso soy el ocaso de mi oquedad?. Soy el otro. El que escribe las páginas gastadas de un libro que nadie leerá. Soy el otro, el de antes, o tal vez los otros, bello espejo de las cosas, no soy quien leerá estas líneas, uno es en medida lo que va siendo hacia la nada, ese hilo infalible de las cosas, ese tierno discurrir en el caos. Tal vez ella tenga razón, no soy quien digo ser, soy todos lo hombres y ninguno. Soy Buddha y Yasodara, soy César en Farsalia, soy Heráclito y el río, soy las cosas sin cara , los espejos sin dioses, soy ese hombre que murió en la cruz, soy Judas Y fausto, soy la moneda que cae y sigue cayendo. Somos la otredad desdibujada, una vil multiplicidad, un reflejo insomne que nos dilata hasta el infinito.

Siento vergüenza, no sabré si decirle que no sé lo que soy, o si, decirle que soy todos los que han sido, y que he nacido para ella, sin saber aún, ¿ qué será de nosotros?. 

Nicola Samori