Siempre me sentí fascinado por las bibliotecas, por los anaqueles empolvados y finitos de un espacio que huele a antaño. Me gusta el olor antiguo de sus palabras irrevocables, el sonido que hacen las páginas al ser leídas. Me gustan los innumerables volúmenes que tal vez nunca leeré; Enciclopedias, oriente, ciencia, historia, civilizaciones. Todo yace en el espejo inerme de infinitas letras. El tiempo reducido en libros y evocación.
Dicen, que las almas de los escritores vagan por aquellos lugares silenciosos, esperando a que alguien los invoque para volver a existir por lo menos un instante. Miles de historias se repiten cada día en millones de mentes que urden infinitas formas, escenas, colores, olores, lugares, tramas, amores imposibles, plagas, úlceras, guerras y heroísmo. Los personajes de los libros están condenados a la eternidad, a vivir la ficción de la vida, sin saber que alguien los piensa innumerables veces, que alguien sueña con sus vidas de papel y olvido. No saben, que son un recuerdo de un recuerdo, una repetición multiforme de la imaginación, quizás ,nunca lo sepan y lo sepamos: de quien somos recuerdo.
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