Siempre había admirado a mi padre cuya biblioteca abarcaba más de dos mil quinientos volúmenes selectos de todo tipo de literatura; obras clásicas, geografía, historia, álgebra, cálculo, ciencias naturales y hasta magia y astrología. Pasaba largas tardes descifrando el laberinto de la vida; leía con devoción el I-Ching hasta que vio la muerte de su hermano y dejó de arrojar las monedas cuyo azar devela el destino de los hombres. ¿ Para qué conocer el destino circular? ¿ para qué cambiar la trama tejida por las Moiras, el incesante hilo que devana en el laberinto lineal del tiempo?.
Nunca viajó a ninguna parte pero conocía todo el mundo. Nunca habló otros idiomas aunque releía la filosofía alemana con una devoción Hegeliana. Nunca conoció en persona a sus autores favoritos pero siempre me decía que una librería era como tener muchos amigos silenciosos, era como si las voces encerradas en un arcano hechizo revivieran con cada releída, es como si la muerte no existiera, como si el implacable tiempo no pasara.
Hoy que ha perdido la memoria y sus amigos encerrados en los anaqueles polvorientos no han vuelto a visitarlo, el mejor regalo para mi cumpleaños sería recuperar su memoria e irnos de viaje al oriente como cuando me leyó las mil y una noches, hacer una parada en la pirámides y ante la terrible esfinge ver el cielo que miraban los egipcios y abrazarlo como nunca.
Aunque su mundo sea inocente y en blanco y ya nada tenga nombre y pase sus tardes mirando al vacío de las horas. Aunque a veces olvide quien soy, yo honro su existencia, recordando sus actos, leyendo sus autores, siendo lo que un hombre debería ser, como lo diría él: un revolucionario, un loco, porque solo los locos cambian el mundo.
Nota:¿Qué es lo que nos hace ser nosotros? ¿es nuestra memoria hecha de retazos y ficciones , es nuestro afán por trascender ? a lo sumo considero, que no es nada de eso; es lo que dejamos en lo otros, los pequeños actos que hacen que los secretos engranajes del cosmos sigan su camino.
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