Manifiesto del hombre cósmico

I
Toda la mentira reunida en el cristal de las horas
jugamos a morirnos
mientras el dios que duerme nos imagina en sus manos de humo
amamos y morimos
y vale la pena amar
amar hasta reducirnos a huesos.
Ahora entiendo que amo todo;
amo el dolor
amo una mujer desnuda
amo caminar descalzo
amo mi forma y mis huesos
amo el álgebra y la poesía de Borges
Amo el día y la noche que se repliega misteriosa
amo las nubes
amo la clepsidra, la arena del desierto y  su pesada sustancia
amo la lluvia que cae sobre todos sin distinción
amo el Tao aunque jamás sepa lo que es
amo a Buddha que encontró el camino hacia la nada
amo la palabra y el silencio
el café  y su aroma antiguo
amo mi tristeza
amo la nostalgia de haber sido
amo cada piedra, cada cosa sumergida
amo el cosmos misterioso que es puro caos y violencia
amo la mortalidad; nada permanece, todo  vuelve y se repliega
amo tu mirada, los gatos, la luna llena de huecos y el sol ardiente como el infierno
amo volar en esa caída infinita llamada destino


II
Un señor que murió en la cruz habló de amarnos todos
¿Acaso todos no somos una parte de dios?
Ese dios sin rostro
esa materia oscura
un universo que se mira y se repliega en si mismo
un caos ordenado
una conspiración de palabras
un sueño incrustado en las esquinas
un jardín quimérico de espejos
al cerrar los ojos me veo
al abrir mis ojos soy otro.

Una tarde en la ciudad de Pereira - Foto por Juan G. Buitrago