Destino y libertad

Algunos textos relatan que 3000 años antes del nacimiento de Cristo, el primer emperador de la China se hallaba meditando sobre el río Amarillo; logró descifrar el secreto arquetipo del que estamos hechos  y no como Heráclito el oscuro quien encontraría nuestro terrible sino en el fuego que devora nuestro tiempo; Fu Hsi encontraría que el destino es una trama tejida con 64 combinaciones que leería en el caparazón de una tortuga. Dicta Schopenhauer que todos los hechos que pueden ocurrirle a una persona están secretamente plasmados , siguiendo una teleología secreta. Los Estoicos creían que el destino circular era invariable y que la actitud ante este era el Amor Fati; Aquel que llevó a Nietzsche a la locura y a Séneca a nadar en su propia sangre sin derramar un solo lamento. Los griegos lo consultaban con el oráculo y era tejido por unas mujeres en las sombras; las Moiras.  Sin embargo, la respuesta más contundente se hallaba en el templo de Delfos " conócete a ti mismo", tal vez , místicamente ,  diciéndonos que antes de conocer nuestro destino era necesario conocerse a sí mismo. ¿Conocerse como ser? ¿ como un reflejo del universo autoconsciente? ¿ como una parte fragmentada de la divinidad que se reconoce a sí misma en-falta en un universo frío y sin dios?. Para los budistas el conocimiento de si mismo consiste en la práctica de uno de los tres aspectos de la realidad: Anatta,  es decir, lo insustancial. Al vernos como seres sin un "yo" permanente, sin un alma, sin una identidad estable, nos reconocemos; seres biológicos con una conciencia como propiedad emergente de la materia super-oganizada, seres  lanzados a morir, en una basta temporalidad que se vuelve un eterno presente, que parece inmóvil, pero se mueve en el basto caos de la probabilidad. Al sabernos finitos, sin identidades volubles el destino se disgregaría, es decir, al alcanzar el estado superior o Nibbana , ( Ataraxia para los griegos), no habría un destino que seguir ni que consultar ya que nuestro "ego" desaparece. Por lo tanto, la respuesta sería ese apagarse como una llama, esa no-identidad, diluirnos en las horas de la tarde y concluirnos en un gran poema cuyo final siempre es el silencio. Al terminar esta ilusión neurológica de lo que "somos" y fundirnos en el instante que acaece y desaparece como una nube, la ilusión desaparecería y saldríamos de la rueda de los ciclos, libres, como un papalote que nadie vuela.

Mara , demonio budista que representa el deseo, la ignorancia, la Ira. Este es un detalle de arte Budista que muestra como estos venenos de la mente perpetúan el eterno ciclo del Samsara.