El único problema de ser gafufo es que los lentes se ensucian y siempre hay que ir por ahí limpiándolos con un trapito. Los lentes se pueden ensuciar de muchas maneras; se empañan de placer o cuando llueve y las gotitas ruedan misteriosamente bailando con el viento, se pueden empañar cuando se besa locamente y quedan partículas de beso impregnadas y se imagina al amante porque ya no se ve de tanto beso condensado, o tal vez empañar de lágrimas y quedar hecho un mar de llanto. Cuando se llora, los lentes permiten a quien solloza pasar desapercibido y evitar que las demás personas se pregunten sobre lo que pasa en el interior de quien usa los lentes, cuando se llora con gafas, el mundo es cristalino, se abre el grifo del llanto, las exclusas oceánicas del dolor y sale por ahí rodando para terminar siempre en el mar salado y los lentes se empañan por dentro y no por fuera, contrario del que llora, que se empaña por fuera y se vacía por dentro. Cuando ocurren estas cosas la mejor manera de limpiarlos es arrancarse los ojos como Demócrito, arrojar los lentes a un lado, y dejar de pensar, ver el mundo sin los ojos , sin las manos, y abrir las compuertas de las lágrimas para que corran y se esparzan , el mundo en su ficción se habrá ido con las gafas.
Anubis visto a través de mis lentes |
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