"La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo." Dylan Thomas
Va y viene el columpio como el tiempo circular. Balanceo a mi primita de cuatro años. Son las siete de la noche. Mientras la empujo en una batalla sin fin, ella ríe en esta oscuridad que nos invade; a ella por fuera, a mi por dentro.
Va y viene el columpio como el tiempo circular. Balanceo a mi primita de cuatro años. Son las siete de la noche. Mientras la empujo en una batalla sin fin, ella ríe en esta oscuridad que nos invade; a ella por fuera, a mi por dentro.
Va y viene en un azar indeciso, en un movimiento pendular, hipnótico. Ella ríe mientras el sonido de ese vaivén chirrea en mi memoria recordándome el niño que alguna vez fui, que fatigó estos columpios oxidados y sonreía en las largas y olvidadas tardes. Ahora yo empujo a otro niño, tal vez alguien me esté impulsando desde esa eternidad pendular. Somos esa bestia de tres caras y tres ocasos que Edipo logró descifrar, pero yo la veo en un columpio que se mueve eternamente, donde habitamos alguna vez en las memorias infantiles y ahora somos los que empujamos a otro quien dejará de balancearse. Pronto el columpio estará vacío.
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