Nos cruzamos en la oscuridad
tibia y maldita
de un lugar recóndito en una fría ciudad
atacada por el aburrimiento
y la ignominia.
Mis manos buscaban su nuca
su tenue olor a manzana
mis dedos dibujaban su sonrisa
rosada
labios
infinitos
oscuros
casi húmedos por el silencio
nos encontramos en un instante
en un solo
latir instantáneo
en un solo
morir
que fue delicioso
y fue
su dulce piel blanca
y su voz que insistía en mi
mente
como las letras
que borra
el mar en la arena...
No hay comentarios:
Publicar un comentario