La forma del amor.

Como si amar fuera instantáneo, fuera un reproche, o un impulso, una fragancia que se libera en el viento a multitudes moribundas, un amor que se desprende de los dedos o de la piel, un retorcerse del espíritu , como si amar fuera estar desnudo y correr dando gritos de furia y desenfreno, o estar en un rincón ruidoso y espantoso.
Como si amar tuviera algo que ver con la boca o con los pies o con las manos, con la superficie que se exalta casi tiritando de un hálito. Si amar es una renuncia o tal vez un desengaño cegador o simplemente el roce agitado del aliento y el sudor. Tal vez si amar fuera destilar los cuerpos, o el mundo, o tostar el universo, tal vez ir por pasadizos de bosques íntimos, perderse en la niebla de algún desaparecido  . Tal vez si intentáramos dejar de amar de la manera en que no se ama sin cuerpos, sin almas, sin furia. Tal vez solo de esa manera que el demonio sabe.
El amor siempre ha tenido la misma forma, solo cambia el objeto. Pero nunca ha importado el objeto, es un mismo instante, un mismo sabor a culo, a ajetreo incandescente. No importa quien lo reciba. Tiene la misma forma del universo: Vacío.