A mi padre, cuya memoria se ha diluido lentamente, hasta encontrar la inocencia que todos hemos perdido.
No existe la memoria, sólo hay olvido en la eterna urdimbre del caos. No hay una linea ni un hilo de Ariadna para salir del laberinto, no estamos gravados en monedas y todos lo monumentos a la memoria serán carcomidos por el innegable tiempo. Sólo una cosa permanece, sólo hay un reflejo detrás del gran salón de espectáculos; son las instantáneas palabras que conforman el mundo. Las ideas se vuelven palabras, las palabras se vuelven hábitos y acciones que forjan el destino. Sólo quien llena su vida de palabras esplendorosas puede llegar más allá del tiempo y de las horas y permanecer en donde siempre estuvieron; en la sucesiva eternidad. Sólo quien da un significado al inexorable minuto, al presente que discurre por rendijas misteriosas , ese, será dueño de su destino, sólo ese , será quien puede abordar las caudalosas aguas del Estigia, sólo ese podrá cruzar el río cuyas aguas son olvido, cruzar como Hércules y vencer el cerbero que cuida nuestros miedos. Sólo quien llene su vida de la belleza que da sentido al mundo, podrá encontrar lo divino en su interior, como un dios que duerme y se despierta.
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